sábado, 4 de octubre de 2008

El mundo perfecto sería aquél en el que las lentejas supieran siempre a macarrones con tomate. Aquél en el que todos fuéramos iguales y nadie decidiera nunca por nosotros. Ese lugar en el que los planes no durasen nunca más de veinticuatro horas y en el que todos los por qué tuvieran su respuesta inexorable. Sería el escondite perfecto para pasarme la vida acariciando los sueños y chapoteando los problemas en el agua...

No hay comentarios: